Wednesday, March 30, 2011

Entradas o arranquees recomendados para un reportaje

A continuación se te publican ejemplos de entradas o arranques periodísticos para comenzar tu reportaje. Para iniciar esta etapa ya debes contar con un panorama general de tu historia, los datos precisos, o al menos la mayor parte de ellos, y las fuentes de información (archivos, sitios, personas) a las que habrás de recurrir para tener más información sobre tu tópico.  

Fuego cruzado en Colombia

 Manuel Vincent. El País Semanal

Nos adentramos en la selva colombiana. El aire resulta espeso. Puede mascarse como la coca. Escuchamos escalofriantes historias de campesinos atrapados en el fuego cruzado entre: guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes. Macabras venganzas sin fin que hasta duele contar. Nueva parada de la serie con Médicos Sin Fronteras. Especial: Exposición Testigos del Olvido
El 21 de enero de 2010, a las seis de la mañana, desde Bogotá tomamos el avión para Tumaco, en el departamento de Nariño, al sur de Colombia, frontera con el Ecuador y el Pacífico. Al llegar caía una llovizna empapada de calor. En el aeropuerto había helicópteros artillados como los de Apocalypse Now y avionetas de fumigación de los campos de coca, aparcados fuera de los hangares, por debajo de cuyas aspas había que arrastrar las maletas para ganar la terminal. La llovizna pegajosa persistía sobre las chabolas y calles encharcadas de Tumaco, una ciudad formada por varias islas en la desembocadura del río Mira, de 170.000 habitantes, en su mayoría de raza negra. Cuando llegamos al hotel La Sultana, desde la ventana se veía parte de la ensenada con manglares sobre una escombrera de desechos y un paredón sucio donde en grandes letras rojas estaba escrita una consigna política: "¡Únete al cambio! ¡Seguridad democrática!". Un megáfono insistente pregonaba una lotería con premios de tres millones. En la pescadería de enfrente cargaban tiburones congelados.

Antes de abrir la maleta nos pasaron el comunicado que en noviembre de 2009 había emitido en Pasto, capital Nariño, el grupo armado Los Rastrojos, que se presentaba como comando urbano. En ese papel se declaraba objetivo militar a todas las organizaciones que bajo el arcaico discurso subversivo de los derechos humanos sirven de apoyo a las FARC y al ELN. Se conminaba a abandonar de inmediato el lavado de cerebro en que están comprometidas estas ONG en toda la geografía de Nariño y se advertía de que este grupo no se haría responsable de lo que les pudiera pasar a sus líderes y cómplices del pasado y del presente si estaban en este territorio. Un comunicado semejante, con amenazas explícitas de muerte, había emitido otro comando paramilitar denominado Águilas Negras. Estos grupos civiles armados, que hace unos años se dijo que habían sido desmovilizados, están renaciendo en Colombia y, al parecer, cuentan con 10.000 efectivos dispuestos a actuar de nuevo.
La supervivencia se establecía en las calles de Tumaco en medio de los gritos de buhoneros, colas, mercadillos, el estruendo de las motocicletas, los carritos cargados de fruta tropical que se arrastraban entre la gente tumbada en las aceras bajo un sol escalfado. Pasaban camiones con soldados en uniformes de camuflaje. También se nos hizo saber que la ciudad está llena de milicianos de las FARC cuya presencia se presiente pero no se nota. Sucedía lo mismo con la violencia que se respiraba como un elemento más del aire. De todas partes, sin saber exactamente de dónde, salían descargas de música de vallenato con muchas palabras suavonas de amor que están muy pegadas a los celos y al crimen.

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Eran hombres o mujeres? ¿Seguían alguna estrella? Ni siquiera sabemos si fueron reyes. Nuevos y viejos libros sobre Melchor, Gaspar y Baltasar mantienen viva una intriga apasionante.

LUIS MIGUEL ARIZA 04/01/2009 El País Semanal

Son unos de los personajes más misteriosos de la Biblia y su existencia se desliza a través de unas escasas líneas, dignas de una película de suspense. Los Reyes Magos de Oriente acudieron al rey Herodes atraídos aparentemente por culpa de una estrella colgada en el cielo. De acuerdo con Mateo, Herodes les interrogó "sobre los tiempos de la aparición de la estrella". Les conminó a encontrar al Niño y a informarle de su emplazamiento exacto. Ellos encontraron a Jesús, le ofrecieron "oro, incienso y mirra", y, advertidos en sueños de las intenciones de Herodes para destruir al pequeño, retornaron a su tierra "por otro camino". En la Biblia no se cita ni una sola vez que eran reyes, ni se mienta su número. No sabemos si eran hombres o mujeres. Ni siquiera tenemos la más mínima pista acerca de sus nombres. ¿Existieron realmente? ¿De dónde venían?

"La referencia que hay en los evangelios sobre los Magos es simbólica, y tiene una finalidad puramente narrativa", asegura Juan Pedro Monferrer, profesor del departamento de Estudios Islámicos y semíticos de la Universidad de Córdoba. "Los nombres que hoy conocemos no aparecen hasta el siglo VIII", asegura Monferrer. En la crónica Excerpta latina barbari, los vemos plasmados sobre tinta: "En el tiempo del reinado de Augusto, el 1 de enero, los Magos le trajeron regalos y le adoraron. Los nombres de los Magos eran Bithisarea, Melichior y Gathaspa [Baltasar, Melchor y Gaspar]".
La investigación de los textos religiosos permite sin embargo escarbar en un pasado lleno de secretos, pistas, sorprendentes posibilidades y contradicciones. Por ejemplo, ¿hubo más de tres Magos? Las tradiciones antiguas sugieren que pudieron existir hasta doce. "Once príncipes y un rey", nos dice John A. Tvedtnes, antropólogo y experto lingüista en estudios hebreos y de Oriente Medio. Tvedtnes adelanta algunas de las conclusiones de su último libro, The First Noel: The Origin and Evolution of Christmas, sobre la historia de la Navidad: "De acuerdo con registros persas, eran príncipes que llevaban un ejército de hasta ocho mil, cuando llegaron a Callinice, que es Raqah (el actual Omán), y se enteraron de que una gran hambruna reinaba en Judea. Los príncipes dejaron a la mayoría de sus hombres y acudieron a Belén con un millar de hombres para hacer sus ofrendas". "Fue el papa Leo el Grande (entre los años 440 y 464 después de Cristo) el que popularizó la idea de tres Magos", escribe este experto basándose en los tres regalos tan caros que trajeron -oro, incienso y mirra-.
Los mitos sobre la primera Navidad abundan, pero no sabemos siquiera si los Magos usaron camellos o algún tipo de animal para el transporte. Ni siquiera estamos seguros de que fueran reyes. La primera traducción al inglés del Nuevo Testamento se llevó a cabo en 1382 por John Wickliffe, un teólogo y reformista nacido en Lutterworth que interpretó el término griego magoi como kyngis, reyes. Mateo se refiere a ellos como "magos"; un término griego, magoi, que es el nombre de una tribu parta de origen persa. Pero el desacuerdo geográfico sobre su procedencia es amplio y diverso.
El monje carmelita Juan de Hildesheim sí "aporta" en el siglo XIV más información sobre los Magos. Su obra Historia Trium Regum narra que murieron probablemente en la mitad del siglo en el que falleció Jesús. Helena de Bizancio retornaría siglos más tarde a la Tierra Santa y se hizo con los huesos de Sus Majestades para llevarlos hasta la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla. Pero a la muerte de Constantino, su hijo, los restos se trasladaron hasta una iglesia de Milán. Entre 1158 y 1162, Federico I Barbarroja, rey de Italia, pidió ayuda militar al arzobispo de Colonia en su lucha contra Milán, y como recompensa le regalaría posteriormente los restos de los Magos, que descansarían finalmente en el altar de una catedral de Colonia (Alemania). ¿Son los auténticos huesos? Ni aunque pudiéramos analizar su ADN obtendríamos respuesta.

Queda, pues, la estrella de Belén. Si hubiera existido, podría argumentarse que lo que vieron estos Magos de leyenda fue al menos real. El súbito interés por el astro como signo premonitorio implicaría, de acuerdo con Tvedtnes, que eran astrónomos o astrólogos. Sin embargo, se trata de un nuevo objeto brillante en el firmamento que aparece dos veces: la primera, para atraer a los Magos hasta Jerusalén, y la segunda, para señalar el emplazamiento exacto de Belén. Que el rey Herodes les interrogue sobre la estrella sugiere que desconocía su existencia. Asumiendo que los Magos fueran persas, el viaje, nos dice el astrofísico Mark Kidger, supone una odisea de 1.500 kilómetros por dos desiertos inhóspitos y una cordillera montañosa. Una travesía que podría llevar entre 3 y 12 meses. Kidger, astrofísico de la misión del Observatorio Espacial Herschel de la Agencia Espacial Europea, sugiere que la estrella de Belén pudo ser una nova, el resultado de una explosión estelar. "Prueba de ello son los registros de crónicas chinas realizadas durante el mes de marzo en el año 5 antes de Cristo", indica. La mayoría de los expertos coinciden en que la fecha del alumbramiento del Mesías pudo ocurrir cuatro o cinco años antes del año 0, ya que los escritos bíblicos sostienen que Jesús nació cuando Herodes aún reinaba, y el rey judío murió en el año 4 antes de Cristo. La explosión de esta nova fue observada entre las constelaciones de Capricornio y el Águila, explica Kidger, autor del libro The Star of Bethlehem (La estrella de Belén, Princeton University Press). La nueva luz en el cielo habría mantenido su intensidad durante unos dos meses y medio, tiempo suficiente para que los Magos hubieran llegado hasta Jerusalén, y de ahí hasta Belén, si hubieran utilizado transporte animal.

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Una noche en Bagdad (el mejor bar de sexo en vivo)

Por Gabriela Wiener. Revista Soho

Es en Barcelona, tiene 35 años de historia y aquí es posible cualquier tipo de show sexual en vivo. De este lugar saltó al estrellato, entre otros, el actor porno Nacho Vidal. Es Bagdad, el teatro de sexo más famoso de Europa. Una cronista lo visitó para SoHo.


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En el escenario está la rubia Carmen Snake besando a una pitón, restregándosela contra su plástica desnudez y dejando que se le escurra con la lengua bífida por entre las piernas. La sala de sexo en vivo más célebre de Europa tiene de show cabaret, de tabledance, de burdel y hasta de circo de freaks. En sus años dorados, en la década de los noventa, cuando la Cicciolina andaba por aquí como perra por su casa y Rocco Siffredi cataba españolas en esta misma pista, un enano de 1,20 m de estatura llamado Holly One protagonizaba el número del “consolador humano”, entrando y saliendo de las entrañas de la mujer gorda, Esperanza, 150 kilos de pura carne idónea y una vagina como un túnel. En 2006 Holly murió con solo 41 años, aquejado de una enfermedad pulmonar. Pero el Bagdad nunca dejó de nutrirse de nuevas excentricidades, para llenar sus largas horas de programación —y justificar los 90 euros de entrada—, que le otorgan al local un lugar preferencial en las guías turísticas de la Barcelona más canalla, como el Tropicana en Cuba o el Moulin Rouge en París. Ahí estaba Kumar, el faquir, que llegó a levantar una campana de 24 kilos con su pene; y el inolvidable Tigerman, que superó a Kumar al conseguir sostener un balón de gas con el suyo; era, además, el rey de las autofelaciones en vivo.

En la pista está ahora una de las más notables rarezas de la actual farándula de Bagdad, la contorsionista vaginal Baby Pin Up, una auténtica acróbata del coño, quien entre sus hazañas cuenta la de extraer de este un collar de perlas de 50 metros, cuchillas de afeitar y rojas rosas con tallos y espinas; también con la misma herramienta puede encender focos y expulsar litros de agua como una fuente viviente. Esta noche, ante mis narices, se ha sacado 150 metros de banderillas internacionales en su particular homenaje a la ONU. Un día normal en el Bagdad.

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1975. Muere Franco. Un mes después se funda el Bagdad en Barcelona. Nazco yo. Tras 40 años de dictadura, Juani de Lucía (Cádiz) viaja a Alemania para comprar vibradores y ropa de inspiración sadomaso, imposibles de encontrar en España, para su incipiente sex shop. Se salta las aduanas y trae todo en la maleta, colaborando así con su granito de arena al aún tímido destape. En el mismo viaje, descubre deslumbrada los locales de lujo con carteles de neón y ofertas de sexo explícito. Comienza a soñar que puede traer también un pedazo de Hamburgo a España. Les paga el tiquete de avión a chicas alemanas de pueblo, más atrevidas y despreocupadas que las españolas, para que vengan a quitarse la ropa en su recién estrenado local situado en el cruce de Nou de la Rambla y el Paralel, en el corazón del Barrio Chino, nido de prostitutas e inmigrantes muertos de hambre. Las colas dan vuelta a la manzana.

Durante algún tiempo, su marido regenta el negocio, pero pronto queda claro que quien está llamada a mandar es ella. Las mujeres tenemos un no sé qué inescrupuloso para administrar-gestionar a otras mujeres. Aún España no está preparada para la figura de una mujer empresaria del sexo, pero Juani aprende, persiste, no obstante la aún reinante censura, y contrata más chicas. Tiene una visión: los shows lésbicos y de parejas y de solistas, que ha visto allá en el norte, funcionarían mejor enriquecidos con sabor local, con numeritos de fantasía.

El que venga al Bagdad se topará hoy todavía con un espectáculo de variedades, en el espíritu de las revistas musicales de antaño, pero con contenidos de corte XXX: toreros que clavan la “banderilla” a la chica, un samurái que usa su espada contra una geisha ninfómana, una argentina elástica que se mete en una caja y sale desnuda, un trío a lo James Bond, una brasileña que baja la bragueta a los voluntarios a ritmo de samba y un muy profesional equipo de acompañantes.

Hay muchas legendas, pero un solo hito que nadie que hable del Bagdad puede desestimar. Hace 16 años, probando rutinariamente machos alfa para futuros shows, aparece un sujeto muy dotado que quiere actuar con su novia. Paralizado por el miedo en su primera noche, el chico no logra ponerse a tono. Ese joven primerizo con ataque de pánico era Nacho Vidal, que muy pocos años después de su triste debut en el Bagdad se convertiría en la máxima estrella del porno mundial...
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Regreso a mi barrio en la Comuna 13

Por Marta Ruiz. Fotografías de Jesús Abad Colorado

Después de 28 años de no vivir allí, la periodista Marta Ruiz decidió volver al barrio en el que creció en Medellín y recorrer las calles de su infancia, las mismas que hoy están en el corazón de una de las zonas más violentas de Colombia. El mejor reportero gráfico del país, Jesús Abad Colorado, quien también creció en la Comuna 13 y que ha retratado desde siempre la violencia del lugar, hizo con ella el recorrido.

“Cuenta por favor que algún día este fue un barrio burgués”, me dice Mónica Builes el día que regreso a San Javier, mi viejo barrio de juventud, que hoy se ha convertido en el corazón de la convulsionada Comuna 13. Está sentada en el balcón de su casa. Las paredes ajadas dan testimonio del tiempo que ha pasado. En una vieja vidriera permanecen atrapados por el polvo un juego de vasos y una botellita para el licor, que se niegan a perder ese aire de clase media que un día tuvieron.

Han pasado 28 años desde que salí del barrio, llorando a mares, porque mi familia se trasladaba a otro sitio, y yo sentía que me estaban arrancando del paraíso. 

San Javier no era un barrio burgués. Era un barrio de clase media trabajadora, y, durante años, el secreto mejor guardado de Medellín. Enclavado en un rincón del occidente de la ciudad, era el último lugar plano antes de las elevadas lomas que marcaban la frontera con la Carretera al Mar. Hasta mediados del siglo XX se trataba de fincas enormes que en cuestión de un par de décadas se convirtieron en casas grandes, de dos pisos, antejardines y terrazas, alrededor de una iglesia y una zona deportiva muy concurrida. A finales de los años setenta, cuando llegamos a vivir allí, todavía se podía comprar leche postrera por las mañanas con solo ir a la casa de Luis Concho, quien en un ya limitado potrero, ordeñaba a un par de vacas. “Era poesía pura”, recuerda Juan Zapata, un empresario de las artes gráficas que emigró del barrio hace tres décadas, pero que recuerda como lo mejor de su vida los momentos vividos allí. 

Subiendo por la calle San Juan uno adivinaba el barrio por la hilera de árboles olorosos que se mecían sobre el asfalto y dejaban un tapiz de hojas verdes. Cadmios, pimientos rosados, guayacanes amarillos, algarrobos, laureles frondosos y cauchos donde anidaban calandrias y azulejos, sirirís y cucaracheros. Una brisa fresca recorre todavía el barrio y el olor dulzón de la naturaleza se exacerba con la lluvia de estos días de invierno. ¿Dónde están las calles apacibles de mi memoria? Si lo que se abre a mi paso en este primer día del regreso es una caótica zona comercial, atiborrada de neones y ventas callejeras, en cuyo centro una estación del Metro se impone como un latigazo.

Tres décadas atrás, solo había dos escuelas de primaria en muchos kilómetros a la redonda: la Pío XII, de varones, y la Monseñor Perdomo, de niñas, ambas al lado de la quebrada La Hueso, que atraviesa casi toda la Comuna 13. Cuando llovía con fuerza la quebrada se desbordaba y teníamos que evacuar la escuela. De repente se oía el grito “La Hueso se arrastró a un niño” y, en realidad, muchos pequeños murieron en borrascas cuando se asomaban curiosos a ver las aguas raudas, que en ocasiones arrastraban algunos corotos de las familias más pobres que habían ido poblando los cerros alrededor del barrio. 

La quebrada era un sitio para las aventuras. Se pescaban pequeños batracios y abundaban las lagartijas que los muchachos ponían a competir chuzándoles la cola. “Que ya casi van a canalizar La Hueso”, se decía en aquel entonces. Pero desde el balcón de Mónica veo la misma quebrada de grandes rocas y aguas un poco más turbias. “Allá, en esa piedra —me señala ella— fue donde encontraron a Santiago”. Es la última de la ya larga lista de muertes de la gente de nuestra generación. Según se cuenta en el barrio, se había dedicado a beber en los últimos años. Tanto que ahora solo tomaba Niquelao, un chirrinche local que se consigue a 1500 pesos la botella. Lo mataron a golpes y lo tiraron a la quebrada, apenas a unos cuantos metros de su casa. Se cree que fueron los miembros de una de las dos bandas que tienen atenazado el barrio. Luego los parientes tuvieron que huir porque las bandas siguieron al acecho y pretendieron reclutar a uno de los jóvenes de la familia. Como si fuera un sino trágico, el apartamento de Santiago se incendió en enero. Todos en Medellín lo vieron por la televisión hecho carboncillo ya que allí vivía Fabio Restrepo, un célebre actor del barrio que se hizo famoso en la película Sumas y restas, de Víctor Gaviria, y como Marcial en Sin tetas no hay paraíso. 

La cancha y el parque, y el puente que los dividía, eran los lugares preferidos de las galladas: la de los Chicos Malos, que eran futbolistas y un poco mayores, y la del Parque, considerados los “sardinos”. Claro que a lo largo del barrio había otras como La Chusma, Los Pispos y La Empanadería, por mencionar apenas algunas. 

De todas, me interesa la del Parque, porque era la mía. Todas las tardes, el parque se llenaba de muchachos que jugaban baloncesto y de niños que subían y bajaban en los “mataculines” bajo la estricta vigilancia de Tabares, un policía de bolillo. En la estación de Policía permanecían dos o tres agentes cuya principal función era castigar a los muchachos que durante el juego se ensartaban en peleas. Con frecuencia, los belicosos terminaban barriendo el parque o haciendo 200 flexiones vigiladas por los ‘tombos’. Eran tiempos en los que se respetaba a los agentes, así fueran de bolillo. 

En las tardes, el parque de repente se inundaba de muchachitas vestidas de blanco: las ‘lolitas’, como nos decían a las estudiantes del Lola González, único colegio femenino de secundaria que había en toda la comuna. Tan precario era, que solo había hasta cuarto de bachillerato y no tenía local. Era uno de los pocos colegios en la ciudad que funcionaban en garajes o en casas donde la sala era un curso, el comedor otro, las habitaciones otro, y así sucesivamente. Se estudiaba con el ruido de los carros en la oreja, y de vez en cuando se armaba el alboroto porque ‘Gloria’, una mujer loca que solía salir desnuda a la calle, pasaba tirando piedras y palos contra todo lo que encontraba. Entonces nos tocaba cerrar las puertas de los garajes y esperar a que la pobre demente buscara otro blanco. El recreo de las ‘lolitas’ era en la calle y la clase de educación física, en el Parque. 

Nuestra maestra de Gimnasia, una vez llegábamos allí, se montaba a un misterioso carro y nos dejaba jugar a la buena de Dios. Se llamaba Lucrecia Gaviria, y recuerdo que era una gordita que a todas luces jamás había hecho una flexión en su vida y cuyo rostro siempre reflejaba gran amargura. Años después supimos que se trataba de ‘la Bruja’, el personaje que según Germán Castro Caycedo era una reconocida pitonisa en el mundo de políticos y traquetos que desde entonces ya dormían en la misma cama. 


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