Thursday, June 09, 2011

Movimiento "ciudades verdes"

 Textos por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA

Cada vez más urbes apuestan por renovarse mediante criterios ecológicos


Las ciudades más avanzadas ya no quieren ser grises, sino verdes. Algunos expertos hablan ya de un movimiento, no organizado, de "ciudades verdes" en todo el mundo. En todas ellas hay un común denominador: tanto sus instituciones como sus ciudadanos son conscientes de que priorizar criterios medioambientales en la vivienda, el transporte, la producción de bienes y servicios o la gestión de los residuos no sólo mejora la calidad de vida, sino que también permite hacer frente a los grandes desafíos ecológicos de la humanidad, como el cambio climático o la energía.



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La mitad de la humanidad vive hoy día en zonas urbanas, una cifra que podría llegar al 75% en las próximas décadas. Esta proporción ya se vive en algunos lugares, como Europa, donde cuatro de cada cinco personas son urbanitas. Por ello, las ciudades tienen cada vez más responsabilidad frente a los desafíos medioambientales. Algunas de ellas han empezado a asumir el reto, introduciendo medidas para reducir los residuos, mejorar la calidad del aire, potenciar la movilidad sostenible o ampliar las zonas verdes, convirtiéndose así en un ejemplo para el resto de grandes urbes.
La práctica totalidad de los 800.000 habitantes de Estocolmo cuenta con zonas verdes próximas a su vivienda
En este sentido, la Comisión Europea ha organizado un premio por el que cada año, a partir de 2010, una ciudad de la UE se convertirá en la "Capital Verde de Europa". Los responsables comunitarios quieren así reconocer el trabajo de las ciudades que más esfuerzos están dedicando, de manera que sirvan también como estímulo y modelo para las demás.
Tras estudiar las candidaturas de treinta ciudades, los miembros del jurado decidían recientemente erigir a Estocolmo como la primera ganadora, mientras que Hamburgo será la encargada de sustituirla en 2011. El proceso de selección contó con una fase final con ocho candidatas: Ámsterdam, Bristol, Copenhague, Friburgo, Münster y Oslo. Por su parte, España también propuso varias ciudades (Murcia, Pamplona, Sabadell, Vitoria y Zaragoza), pero en opinión del jurado ninguna de ellas cumplía los estándares medioambientales propuestos para el premio.


- Imagen: Christine Olson -
La capital sueca reúne varios aspectos que le han permitido ser la primera "Capital Verde Europea". Por ejemplo, la práctica totalidad de la población (unos 800.000 habitantes) cuenta con zonas verdes próximas a su vivienda. Asimismo, sus responsables institucionales han puesto en marcha una serie de ambiciosos programas para mejorar la calidad del agua y el aire urbano, reducir la contaminación acústica o proteger la biodiversidad. A la hora de combatir el cambio climático, se están tomando medidas para que progresivamente se dejen de utilizar combustibles fósiles, de manera que a mediados de siglo Estocolmo se convierta en una "ciudad de carbono cero".
Por su parte, la ciudad alemana de Hamburgo sucederá a Estocolmo por demostrar que en una gran urbe con cerca de 1,8 millones de personas se pueden tomar medidas con buenos resultados. Así, se ha conseguido mejorar su calidad del aire, y se han reducido las emisiones de CO2 en un 15% con respecto a 1990, de manera que para 2050 se habrán reducido en un 80%. Asimismo, la movilidad sostenible es otro de sus puntos fuertes: además de apostar por el uso de la bicicleta, todos los ciudadanos cuentan con un eficiente sistema de transporte público a 300 metros como máximo de su hogar.

Otros ejemplos de ciudades verdes

Reikiavik ha demostrado que abastecerse por completo de energías renovables es posible
Los ejemplos de ciudades que destacan por su apuesta por el medio ambiente son cada vez más diversos. Un caso modélico y prueba histórica de que las transformaciones "verdes" a gran escala son posibles es Curitiba, en Brasil. En 1972, el arquitecto y urbanista Jaime Lerner se convirtió en alcalde de esta su ciudad natal. Los cambios que planteó fueron de tal calado que en 2002 fue nombrada como una de las cinco ciudades más modernas del mundo. Entre otras medidas, Lerner retiró los coches de la parte central de la ciudad, convirtiéndola en totalmente peatonal; puso en marcha un eficiente sistema de autobuses urbanos que hoy día es utilizado por las tres cuartas partes de su población (2,2 millones de habitantes); y creó espacios verdes en zonas que hubieran acabado convirtiéndose en suburbios marginales.
Por su parte, la capital de Islandia, Reikiavik, ha demostrado que abastecerse por completo de energías renovables es posible, al contar con autobuses con combustible de hidrógeno y suministrar calor y electricidad a sus ciudadanos a partir de la energía geotérmica e hidráulica.
Asimismo, en Estados Unidos, país que no firmó en su momento en Protocolo de Kyoto, empiezan a notarse importantes transformaciones en algunas de sus ciudades. Por ejemplo, Portland, en Oregón, se convirtió en 2005 en la primera ciudad de EE.UU. en fijarse unos objetivos de reducción de las emisiones de CO2 en la línea de Kyoto. A esta ciudad le han seguido otras como Seattle, en Washington, que han convencido a otros municipios estadounidenses para hacer lo mismo bajo el denominado "Acuerdo de Protección del Clima de los Alcaldes de EE.UU.". Otros ejemplos llamativos son los de la ciudad de Austin, Texas, que se está convirtiendo en uno de los principales referentes mundiales en producción de equipos solares; o Chicago, donde sus responsables están invirtiendo cientos de millones de dólares para revitalizar sus parques y transformar sus edificios en más ecoeficientes.

Cómo crear ciudades verdes

William E. Rees, profesor de la Universidad de British Columbia y creador del concepto de huella ecológica, razona que las ciudades deberían replantearse siguiendo los siguientes patrones:
  • Un mayor aprovechamiento de las viviendas, de manera que se reduzca el consumo de suelo, infraestructuras y demás recursos.
  • Opciones múltiples para reducir, reutilizar y reciclar, y una población concienciada que las asuma.
  • Movilidad urbana libre de coches mediante la inversión en infraestructuras que permitan un tránsito peatonal y en bicicleta, así como un transporte público viable.
  • Cogeneración de electricidad para que los ciudadanos también puedan producir su propia energía, así como sistemas que permitan transformar los residuos en energía.
  • Mejora de la calidad de vida de los ciudadanos mediante un aire más limpio, un mayor acceso a los servicios y una mayor atención a la producción local. En este sentido, Rees plantea que los nuevos diseños urbanos han de pensar en las ciudades como completos ecosistemas más autosuficientes, una idea que se está llevando a cabo en las denominadas "ciudades de transición".

Ciudades de transición

Urbes de todo el mundo están asumiendo este concepto para defenderse del fin del petróleo barato y del cambio climático



Transformar las ciudades para que reduzcan su huella ecológica, sean más habitables y sus ciudadanos más felices, pero sobre todo, para hacer frente a los problemas que se avecinan en los próximos años, especialmente el pico del petróleo (el momento en el que la producción mundial comenzará su declive irreversible) y el cambio climático, es el objetivo principal de las "ciudades de transición", un concepto que ya se está siguiendo en diversas poblaciones de todo el mundo.
Las actuales ciudades han crecido espectacularmente en las últimas décadas gracias principalmente a un petróleo barato y al aprovechamiento exhaustivo de la naturaleza a escala mundial. Sin embargo, este modelo no es sostenible porque dichos recursos son finitos y su sobreexplotación está provocando graves impactos ambientales.

Basándose en esta premisa, el movimiento de las ciudades de transición, creado en 2005 en el Colegio para Adultos de Kinsale (Irlanda), defiende que las urbes pueden reducir su gasto energético y aumentar la producción local de recursos. De esta manera, al ser más autosuficientes, sus habitantes podrán resistir y recuperarse con más garantías de cualquier crisis energética, alimenticia o económica, como la escasez repentina de alimentos, el fuerte incremento de los precios de los bienes de primera necesidad o de los combustibles, o los efectos del calentamiento global. Además, podrán vivir de manera menos estresada y en un medio ambiente más cuidado y armónico.
Los habitantes de Totnes tienen una moneda complementaria, promueven el comercio local, plantan árboles productivos o asumen medidas de eficiencia energética
La idea fue llevada a la práctica en 2006 por el experto en permacultura Rob Hopkins, que logró en su ciudad natal, Totnes (Inglaterra) convencer a sus dirigentes de las ventajas de asumir este nuevo modelo. De hecho, en la actualidad esta localidad británica cuenta con varios grupos de trabajo y proyectos en marcha, entre los que destacan una moneda complementaria (la libra de Totnes) para promover el comercio local, la plantación de árboles productivos por sus habitantes, la asunción de medidas para mejorar la eficiencia energética en los hogares, o una red de productores de alimentos locales.
En este sentido, Hopkins destaca la importancia fundamental de los consumidores para el éxito de esta transición, ya que en su opinión los movimientos ambientalistas de las últimas décadas, basados en las protestas, son inadecuados e insuficientes para el reto actual de la energía y el calentamiento global. Y también apela a aprender de la historia y de las generaciones más veteranas: en el pasado, antes de la era de petróleo barato, la gran parte de los bienes de primera necesidad se producían en la mayoría de las propias ciudades o sus alrededores, y sus habitantes eran conscientes de que hacer un uso eficiente de los recursos locales les permitía defenderse de desastres naturales, escasez de bienes o guerras.

Por otra parte, sus impulsores asumen que la mayoría de las personas viven y vivirán en los grandes y pequeños núcleos urbanos, por lo que es en ellos donde hay que buscar soluciones. Por ello, aunque pudiera parecer que este modelo sólo es viable para pequeños pueblos o aldeas, algunas grandes ciudades, como la británica Bristol, con sus 400.000 habitantes, también forman parte de la Red. Para ello, sus impulsores consideran a esta gran urbe como una red con sus diferentes barrios, cada una con su propio proceso de transición, de manera que puedan llegar a ser localmente autosuficientes. Por su parte, estos barrios o "aldeas de transición" aportan su contribución de un plan para toda la ciudad, la cual, a su vez, dará apoyo a dichas "aldeas".

Un movimiento local que ya es mundial

Hoy por hoy, el movimiento se ha consolidado en la Red de Transición que agrupa a 126 ciudades, barrios e islas de Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Australia, Chile, Japón, Italia, Alemania, Holanda y Canadá. Además, según sus responsables, más de 600 comunidades de todo el mundo se han puesto en contacto con ellos para formalizar su adhesión a la red.
La Red agrupa a 126 ciudades de todo el mundo, y más de 600 comunidades se han puesto en contacto con ellos
En España, todavía ninguna ciudad forma parte de esta red, pero varios colectivos de Gijón, Oviedo, Girona, Sabadell, Barcelona, Tarragona, Las Rozas (Madrid), Sevilla, Estepona (Málaga) y Cádiar (Granada) han hecho saber su interés por integrarse en esta transición. Asimismo, diversas personas han puesto en marcha una red social en Internet para impulsar este movimiento en España, y por ejemplo, ofrecerán una conferencia en la Plaza María Pita de A Coruña a finales de enero.
Por su parte, como organización independiente aunque con objetivos similares, el Post Carbon Institute defiende en Estados Unidos las denominadas "ciudades post carbono", y ha publicado un libro, "Ciudades Post Carbono: Planeando la incertidumbre de la Energía y el Clima" con el que insta a las instituciones locales a tomar decisiones en este sentido.

Cómo crear una ciudad de transición

Hopkins propugna que cualquier comunidad humana, ya sea una ciudad, un municipio, un pueblo, una isla, etc., puede disminuir su gasto de energía y recursos mediante un adecuado plan para ello, lo que le permitirá ser más resistente a posibles problemas externos y convertirse en un lugar más agradable donde vivir. En este sentido, denomina más genéricamente a este movimiento "iniciativas de transición".

El plan consiste en lo que denomina Hopkins "12 pasos hacia la transición", que pueden resumirse de la siguiente manera: para empezar, se crea un grupo de trabajo organizado que se responsabilice de la puesta en marcha de la idea y sensibilice al resto de la población. Dentro de este grupo se formarán equipos que puedan llevar a cabo proyectos concretos centrados en diferentes aspectos del proceso, como alimentación, transporte, energía, residuos, etc. Posteriormente, una vez de que estén consolidados los grupos, contactarán con la Administración local, para que colabore y forme parte de la iniciativa, y crearán un "Plan para el Declive Energético" para reducir la huella de carbono.

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